Puede que no exista ninguna otra obra realizada por el hombre que inspire tantas y tan variadas emociones como los faros. Soledad, protección, calma y a la vez agitación, melancolía, nostalgia, admiración y, sobre todo, la percepción de una arquitectura que, aunque sigue teniendo una función práctica, da la sensación de ser ya algo del pasado, donde estas torres iluminadas y palpitantes eran el único cordón umbilical entre la tierra y los marinos que recorrían sus peligrosas costas. Quizás por eso no los veamos como una simple y fría construcción de piedra, sino más bien como algo vivo y hum
Puede que no exista ninguna otra obra realizada por el hombre que inspire tantas y tan variadas emociones como los faros. Soledad, protección, calma y a la vez agitación, melancolía, nostalgia, admiración y, sobre todo, la percepción de una arquitectura que, aunque sigue teniendo una función práctica, da la sensación de ser ya algo del pasado, donde estas torres iluminadas y palpitantes eran el único cordón umbilical entre la tierra y los marinos que recorrían sus peligrosas costas. Quizás por eso no los veamos como una simple y fría construcción de piedra, sino más bien como algo vivo y hum