En el apogeo del automóvil, vender coches era una tarea compleja. La promoción de una de las adquisiciones más importantes en la vida de la gente era un proceso de marketing riguroso en el que no sólo tenía cabida la publicidad tradicional sino también un producto crucial que alababa las virtudes de los automóviles: el folleto comercial. A menudo de tamaño descomunal y elaborados con esmero, incluyendo incluso transparencias con muestras de telas y pinturas, los pasquines antiguos sólo se encontraban en concesionarios y ferias especializadas, por lo que, convertidos ya en objetos vintage, s
En el apogeo del automóvil, vender coches era una tarea compleja. La promoción de una de las adquisiciones más importantes en la vida de la gente era un proceso de marketing riguroso en el que no sólo tenía cabida la publicidad tradicional sino también un producto crucial que alababa las virtudes de los automóviles: el folleto comercial. A menudo de tamaño descomunal y elaborados con esmero, incluyendo incluso transparencias con muestras de telas y pinturas, los pasquines antiguos sólo se encontraban en concesionarios y ferias especializadas, por lo que, convertidos ya en objetos vintage, s